jueves, 28 de febrero de 2013

Cruce Columbia de Los Andes 2013 - Video 02: "La iniciación"

Señores y señoritas.... bienvenidos y bienvenidas a EL CRUCE!

Ahora sí, empiezo a mostrarles la carrera.


Vean todo, porque el final del relato escrito, se publica en simultáneo con el último video!


Este segundo de la  serie de 4 corresponde al primer día de carrera (individuales) y se llama "La iniciación".


Enjoy!


GRACIAS POR VENIR.

Lucho Runner.





Link para verlo en YouTube y/o compartir: http://www.youtube.com/watch?v=-FP-hfojrSA&feature=youtu.be

lunes, 25 de febrero de 2013

Cruce Columbia de Los Andes 2013 - Video 01: "El día cero"


Ya compartí con ustedes el relato del día 1 y 2.

Pero antes del final de esta historia, me gustaría también invitarlos a ver El Cruce (al menos mi óptica) en video.

Así nace esta serie de 4 videos que iré subiendo a medida que termine de editarlos.

El primero, es "El día cero", antes de largar. Hay mucho para ver, hay mucho para compartir.

Este es un APERITIVO, de todo lo que se viene, mostrando la carrera en sí. En cada video, vas a estar más y más adentro de la montaña.


GRACIAS POR VENIR.

Lucho Runner.





Link para verlo en YouTube y/o compartir: http://www.youtube.com/watch?v=-WNBO2tnF2c


sábado, 23 de febrero de 2013

El Cruce Columbia 2013 / DÍA 2: "Los monstruos de la montaña"



Si no leiste la Parte 1 ("La iniciación"), hacé click ACÁ



"Shoot to thrill, play to kill
too many women, with too many pills
i said, shoot to thrill, play to kill
i got my gun at the ready, gonna fire at will..."


No sé que habrá pensado mi compañero de carpa, Esteban, un cordobés de unos cuarenta y pico de años, un corredor con buena experiencia ya en carreras de aventura. 

Lo que sé es que la noche anterior, antes de dormir, me preguntó si tenía algún tipo de despertador. Estaba preocupado con la posibilidad de quedarse dormido, así que le dije; "pongo el celular, quedate tranquilo... la alarma se reactiva cada diez minutos después de la primera vez..."

Y despertamos con "Shoot to thrill" de AC DC, lejos de cualquier cuartetazo cordobés (le gustará el cuarteto?)... Ese fué nuestro contrastante despertador, en el medio de la cordillera, al pie del Lago Pellaifa, maravillosamente lindo, rodeado de montañas y bosques. No había todavía a las 5:30 de la mañana algún pájaro que sonara lo suficientemente fuerte como Brian Johnson agitando semejante himno del rock.

Buen despertar. La carpa pequeña, para dos personas, estaba cubierta de rocío, como cada una de las otras casi ochocientas. Era una pequeña ciudad ambulante. Estaba oscuro y todos en el campamento, cada uno con su sonido, habían despertado, y decenas de linternas de cabeza iluminaban como luciérnagas los caminos entre las carpas.

Desayuno potente. Había de todo; desde leche, té, café, mate cocido y todas las combinaciones posibles, hasta pan, galletas, frutas, dulces y cereales. Todos sabíamos que sería largo y difícil, que nuestros cuerpos afrontarían 40 kilómetros, y que las horas serían largas. Todo lo demás era incierto para muchos de nosotros, como para mí, que de acuerdo a las 4 horas 35 minutos del día anterior, estimaba que demoraría unas 7 horas para concluir la etapa del día. Había buen ánimo, sólo que tenía una molestia en el hueco poplíteo de la pierna derecha, ese que está justo atrás de la rodilla. Esa sensación me había quedado del día anterior, después de torcerme el pie.

Para mi sorpresa, la periostitis no había molestado tanto. Eso sí; sentía el esfuerzo muscular después de los 30 kilómetros de esa primera etapa, con todas las bajadas y subidas abruptas, con ese camino serpenteante, esquivando raices, o corriendo sobre tierra suelta, cruzando arroyos o trepando piedras gigantes.  Todos sabíamos que sería el día más difícil, y que 40 kilómetros en montaña, a horas de haber corrido 30, equivalía a mucho más esfuerzo que 40 en calle, por lejos.

Si bien la velocidad es otra y se camina bastante, los primeros 12 kilómetros estaban marcados en el mapa como una subida sin descanso. Nunca se me hubiera ocurrido que iba  a ser como resultó ser; un esfuerzo descomunal, que dejaría otra bomba de tiempo en nuestros cuerpos, y que podía explotar en los siguientes 28, después de esas subidas monstruosas.

Largamos. El camino nos dió la "malvenida" con una subida que nos adoctrinaba; simplemente, había que caminar desde el kilómetro cero, o volver a casa.

Malvenidos al Día 2: 12 Kilómetros en subida, para empezar
 
Cada tanto encontrábamos algunos metros planos o en bajada. Me uní a un pelotón, en el que éramos casi 10, e íbamos rotando de posiciones... cada tanto nos pasaba algún corredor, siempre pidiendo el paso, porque eran senderos angostos y con mucha vegetación. No había encontrado un buen lugar en la mochila para poner los bastones, así que para estar cómodo, y sabiendo que en las manos muchas veces iba a querer llevar la cámara para grabar, decidí dejarlos en el campamento. Muchos de nosotros usábamos como bastón, ramas gruesas y secas que encontrábamos al costado del camino. Por suerte había y muchas.

Sospecho que las duplas, que  habían hecho el mismo camino la mañana anterior, dejaron los que usaron ellos, entonces había "stock".

Ya casi todos sabíamos de la altimetría de este segundo día. Teníamos claro que por lo menos 12 o 13 kilómetros serían en subida, pero no dimensionaba, al menos yo, lo interminable que sería esa parte del recorrido. Si creíamos que los primeros 5 habían sido duros, y que los fueron, los restantes fueron interminables.

Directamente no se podía correr. Nuestros bastones fueron nuestros fieles aliados. Traté de seguir a mi pelotón, todos llevábamos un ritmo intenso al caminar cuando debíamos caminar, y en las partes planas o semiplanas, un trote también a buen ritmo. De repente nos encontramos con una ladera que tenía una inclinación que metía miedo... tendría en suma, un kilómetro con algunas curvas... ya no estaban los bosques de los primeros kilómetros... ahora el panorama era árido, arenoso, color marrón.

Sólo queríamos terminar de subirla, aún había fuerzas y ánimos para algunos chistes, alguna charla. Eramos una fila india, en algunas partes un pelotón, más atrás, la separacion entre los "corredores-trepadores" era más notoria entre sí. A medida que ganábamos altura en la trepada, veíamos esa fila de "hormigas" que venían allá lejos... eran los demás corredores que venían atrás nuestro. Atrás y abajo.

Cuando llegamos a la cima, fué un gran alivio... casi todos nos detuvimos  a descansar un par de minutos, tras el esfuerzo. Sacamos alguna foto, porque "desde ahí arriba" teníamos una vista genial.
Pero cuando nos dimos cuenta de lo que seguía, la cara de desánimo fue evidente en algunos... tras unos metros de llano, descubrimos que debíamos seguir trepando. "Más, todavía?"
Fue un golpe que no esperábamos, era como una subida de nunca acabar. Pero bien, estábamos advertidos. Ibamos como por el kilómetro 7. Me dí cuenta de que si aún quedaban 5 más para subir, esto se iba a empezar a complicar. 

Me predispuse y empecé a visualizar lo que preveía; la subida duraría mucho más tiempo. No distancia, porque la relación de tiempo-distancia que uno tiene mecanizada de la calle, acá se hace trizas, entonces hay que hablar de tiempos. Lo que no estaba en mis cálculos, era la inclinación tan pronunciada. Los cuadriceps y los gemelos se estaban minando por completo, en silencio, de manera invisible.... estábamos rodeados, y lo sabíamos. O no.

En la cima. Allá atrás y a lo lejos, el camino que fuimos recorriendo
  
Los monstruos de la montaña

Así pasamos los primeros 13 kilómetros, de 40... la permanente subida se hacía sentir. Cuando llegué al campamento la tarde anterior fue evidente otro de mis errores de principiante. Leve, pero "error estratégico" al fín. Todos, a medida que se acercaba la noche, inflaban su colchón. Claro... yo sólo llevé una buena bolsa de dormir, muy buena diría yo, pero sólo bolsa.

De todos modos esa primer noche había caido "desplomado" y dormí de lo más bien.

Así que volviendo al segundo día... Después de los "fabulosos 13" primeros kilómetros, empezamos a recorrer lo que sería algo más regular en cuanto a altimetría. Pasar al costado de la "Laguna Azul" fue increible. Un momento para retratar una y otra vez en nuestras cámaras. Allí estaba ella; majestuosa, solitaria, enorme. Y azul, claro.


Laguna Azul. Cerca del cielo, cerca de Dios.

Después una bajada pronunciada y un campo de lava. No sé exactamente cuánto tenía de extensión, pero para mis pobres piernas castigadas ya era mucho. Estimo que 2 o 3 kilómetros caminando por sobre enormes rocas. Todavía podía correr algo, pero notaba cómo llegando a la mitad del camino de ese día, mis fuerzas disminuían.

Cruzamos luego por una planicie extensa y otra subida por más suelo árido. Era notorio cómo habíamos ganado altura. Empezó a nublarse cada vez más, lejos estaba el sol del día anterior.
Comí mi "premio" después de haber ingerido ya un par de geles, caramelos de goma y demás... papas fritas,  un manjar que cabía en una pequeña lata.

Pero poco después, empezó la debacle. Los monstruos de la montaña; el cansancio, el agotamiento mental, empecé a sentirme cada vez más cansado y lentamente fuí perdiendo la voluntad y la fuerza para correr, incluso en terrenos planos. Llevábamos algo así como 4 horas.

Una subida más, y la niebla se apoderó de todo el panorama. La visibilidad sería de apenas 30 metros. Parecía el inico de una película de terror, y tal vez sí lo era, o empeza a serlo.


La  niebla en la montaña


Y empezó otro capítulo. La herencia de la primera etapa. Aquellas tres torceduras del día anterior, hicieron que por caprichos del cuerpo humano, se me empezara a inflamar la zona del hueco poplíteo (justo detrás de la rodilla derecha). La pierna empezó a perder articulación. La sentía cada vez más como si la hubiesen entablillado. Y ya no pude correr.

El pelotón en el que estaba, hacía varios kilómetros había empezado a despegarse de mí, y hasta empezaron a pasarme varios otros corredores. Me sentí primero algo desmoralizado por no poder articular la pierna y avanzar más rápido, y cada vez más contrariado.

Era un poco de dolor, un poco de molestia por no poder flexionar la pierna del todo. Cómo sería de molesta la sensación, que la periostitis de la otra pierna había pasado a un quinto plano.

Pensaba que faltaba casi la mitad del recorrido y que no podía ser que lo tuviera que hacer caminando... cuánto tardaría? Si tenía estipulada esa segunda etapa en 7 horas, manteniendo un ritmo suave pero siempre que se pudiera, correr... cuánto tiempo llevaría caminarla?

No quería resignarme, pero la estaba pasando mal. A menudo, sólo. Pero quería seguir, como todo corredor testarudo. Cada vez estábamos más separados entre nosotros. A lo lejos, hacia atrás y hacia adelante, veía a los demás. Y los de atrás, cada vez más cerca mío cada vez que miraba.
En el kilómetro 23 empezó a llover. Podía ser peor?. Quería que todo terminara y ya. Empezaba a perder noción de tiempo. A medida que pasaban los minutos y ese par de horas siguientes, fui mentalizándome para caminar hasta el final. Empezaba a estar cada vez más rengo, apoyandome en mi bastón. Maldije a la torcedura del día anterior, pero era parte del trato con la montaña, y yo lo sabía.

Tenía una capa con capucha para lluvia en mi mochila, que previsoramente había guardado. Era una mueca de caperucita, languideciendo bajo el agua.
Recordaba cómo en cada una de las maratones de calle que había corrido, empezaba a ver a los "cadáveres" o los "zombies", como les digo, después del kilómetro 30. Esos que no daban más, esos que caminaban desolados. Ahora el zombie era yo. Era un caminante superado incluso por otros caminantes.


Campo de lava. Inhóspito, desmoralizante, interminable. Pero bello.


Otros corredores pasaban y gentilmente me preguntaban si estaba bien o si necesitaba algo. Creo que no superé a nadie en esos kilómetros, si no todo lo contrario. Cada tanto me encontraba con los puestos de control. Me animaba charlar un par de minutos con los chicos que estaban repartidos en esos kilómetros.

Me puse en la boca un analgésico sublingual que suelo reservar para ocasiones muy especiales, cuando hay dolor y falta mucho, como esta vez. A la larga sería el detonante de la bomba.

Me empezaba a preocupar si acaso no iba a tardar mucho y si eso afectaría mi hidratación o si acaso me iba a dar hambre. Tenía además de todo, unas galletas que había cargado "por las dudas", que bueno...

Pasamos la etapa árida y empezamos a descender de a poco. Nos adentramos en un bosque, por lo menos que los árboles me cubrieran de la llovizna persistente. Empezar a bajar tampoco era una buena noticia, no cuando una pierna casi no articula. Lo peor que podía pasar era el desnivel y esos malditos troncos que se cruzaban en el camino. Hubiese sido un juego divertido saltarlos de estar en plenitud física, o en todo caso agacharme y pasarlos por abajo, pero no era el caso. Incluso esos pequeños pantanos con lodo negro que terminaban siendo, en esas condiciones, un verdadero desafío.

Bajadas y bajadas. Cada tanto una subida. Silencio, inmensidad, soledad... empecé a pensar en el lindo paisaje, a pesar del día gris. Ya me había resignado... faltaban 10 kilómetros y sabía que tendría que hacerlos caminando. Avanzaba a razón de 4 kilómetros por hora. Más lento que lento, un juego matemático perverso.

El bosque después del kilómetro 30


Punto final


El maldito kilómetro 35 pareció eterno. Cada vez que miraba el reloj, ese número estaba ahí. En el 37, empecé a sentir un malestar estomacal, como para sumar más obstáculos a las piernas agotadas, doloridas, rígidas... el cielo empezaba a despejarse de a poco. Me detuve en el camino y sencillamente empecé a vomitar. El sublingual había hecho estragos con mi castigado estómago.

Era todo líquido. No fué mucho y no me es grato contarlo, pero pinta la situación. Alguien viene atrás mio a lo lejos y trato de reponerme. Era una chica que venía sola, como yo. Me pregunta si estoy bien y si necesitaba asistencia. Le dije que no, que gracias... realmente me sentía un poco "liberado" después del trámite. Y volví a quedar solo, por lo menos ya faltaba poco.

Y así... fué una verdadera procesión en la que pensaba que si apenas podía caminar, ¿cómo haría al otro día para recorrer 28 kilómetros más?. Mi moral amenazaba con caerse desde un acantilado, y empezaba a hacerme a la idea de una decisión que podía doler incluso más que la pierna.


Ahora el objetivo era no perder la "dignidad". Ya llevaba más de 9 horas y simplemente, como testarudo, me propuse llegar antes de que el reloj marcara los dos dígitos en horas.

"En menos de diez horas... en menos de diez horas"... era mi humilde objetivo, como si necesitara un incentivo para llegar. Y lo necesitaba.

A lo lejos veo venir a tres personas hacia mi lado. Reconozco a una de ellas; es el médico de la carrera. Eso quiere decir que estamos muy cerca de la meta...

- Doc, cuánto falta?- le pregunto con pocas fuerzas cuando ya lo tengo cerca....
- 100 metros... me dice

Simplemente y como pude aceleré el paso, si es que a eso se le podía decir "acelerar". O me mintió piadosamente, o esos 100 metros fueron los más largos de mi vida, y fueron como 900 (según mi Garmin...) pero después de tanto sufrir, allá estaba el arco.

Cada llegada me llena de euforia. Esta sólo me generó alivio.


Terminar
 
El derrumbe

Apenas me subí al bus que nos llevaría de la llegada al campamento, a unos 10 minutos de distancia, me desplomé en el asiento casi al lado del conductor. Tenía un espejo frente a mí. Ví a mi propio fantasma; cara de cansancio infinito, mirada perdida, sin ganas de hablar. Apenas podía tomar agua y no sabía cómo me iba a levantar de ese asiento.

Llegar al campamento 2 era un panorama nuevo. Debía buscar mi carpa, cambiarme de ropa, comer... necesitaba hacer todo ya, pero primero, deseaba poder caminar con normalidad. A duras penas encontré mi lugar, me cambié de ropa. Las zapatillas, originalmente amarillas, estaban totalmente negras, llenas de lodo, que me había tapado más allá de los tobillos.

Eran más de las 6 de la tarde. Hacía mucho frio, estaba nublado y había humedad, como si estuviera por llover otra vez. Dónde estaba el día de verano de la primera jornada?. Necesitaba elongar, pero me dolía mucho todo. "Caminé" hasta el río helado que pasaba por detrás del campamento, donde casi todos los corredores fuimos a meternos hasta la cintura, para desinflamarnos con la baja temperatura del agua. Alivio.



Alivio

Pensaba mientras, que quería hacerme masajes, comer, cargar el Garmin y la bateria de la cámara... cuando salí del rio, caminando, otro repentino episodio de vómito como en el kilómetro 37... y otra vez más.

Fuí al médico. Me halló deshidratado y decidió ponerme suero. Suero??.... Yo no podía creer haber llegado a tal estado, porque nunca me había pasado algo así. Fueron unos cuantos minutos, con mucho frío en la carpa médica, sobre una camilla. Los repetidos vómitos me habían generado deshidratación y falta de apetito. El sublingual, combiando con horas de esfuerzo, isotónica, geles, caramelos, parecía haber sido el causante de ese malestar estomacal severo.

El médico me dijo que no comiera nada, porque terminaría devolviendolo de inmediato. Y líquido, sólo de a sorbos, un poco de agua para ver la tolerancia, porque en el suero me habían inyectado un antiespasmódico o algo por el estilo.
Qué??! No comer?, no tomar líquido?.... acababa de hacer 40 kilómetros en la montaña, y quedaba aún el tercer día!... cómo me repongo si no me alimento?, vomitando, piernas con inflamación, musculatura molida, periostitis, cansancio, malestar estomacal, entrenado a medias...

Al levantarme de la camilla del suero, vuelvo a vomitar. Ya era la cuarta vez.Y quedaba el tercer día.

Quedaba el tercer día?

Como pude, casi sin hambre, fuí a dejar el Garmin a cargar en la pequeña carpa destinada para eso. Estaba débil. Después fuí hasta la carpa de los masajes, a 200 metros, que parecían mil o dos mil. Caminaba lento, casi arrastrando los pies y ya era de noche, como las 10.

Necesitaba masajes, pero no pensando en el día siguiente, si no en calmar la fatiga muscular y el dolor.
El masaje era pago, pero valía la pena.
Estaba muriendome de sueño. La masajista me hablaba, yo le respondía con monosílabos y me entredormía.
Me despertaba de repente exaltado con el dolor cuando me pasaba la mano por los cuadriceps o gemelos... dolor de masaje.
Me dormía y no era relajación, era cansancio.

Me dijo; "Tenés muy inflamado acá, acá, acá y acá..."

Me punzó la planta de los pies, reflexología, y me tiró el diagnóstico.

- Tus riñones están funcionando mal...

Ok, genial... algo más para poner en el epitafio?

La sesión se centró en las piernas. Hacía frio, estábamos bajo un gazebo. Me quedé dormido no sé cuándo.

Me despertó la llovizna cayendo en mi cara. Acostado en la camilla de los masajes, en posición fetal. Quise moverme y me dolió todo de la cintura para abajo. Me habían cubierto con una manta, debo haber dado lástima. 
Miro a mi alrededor y la masajista ya no estaba, se me acerca otra de ellas y me pregunta si estoy bien... le digo que sí, aunque sabemos ambos que le estoy mintiendo.

Me levanto de la camilla. Vomito por quinta vez... Estaba acabado.

Quedaba el tercer dia?


El campamento 2. Gris a mi llegada, como las horas que vendrían

Se acabó

Pensé si valía la pena exponer mi cuerpo a más dolor, a más cansancio, a más lesiones...
Me puse muy triste. Era una sombra. Mi ánimo estaba derrumbado como mi cuerpo.
Pensaba en la meta, en la llegada, en los 100 kilómetros, en la medalla...

Pero no tenía sentido seguir. No de ese modo.

Ni siquiera había comido, estaba cansado, débil, roto por dentro y por fuera. En cuerpo, alma y espíritu.

Llegué a la carpa como pude. Ya eran más de las 12 de la noche. Mi compañero estaba durmiendo y casi todo el campamento también. Decidí no poner el despertador. Para qué?

Decidí que a la mañana siguiente me iría en el bus hasta Junín de Los Andes. Había sido épico, hasta donde pude. Me abrigué y no recuerdo el momento en que cerré los ojos.

Tomé la decisión. Se había acabado El Cruce para mí. Quería llorar.



CONTINÚA EN PARTE 3: "LA DETERMINACIÓN"
Para leerlo, HACÉ CLICK ACÁ.



GRACIAS POR VENIR

Twitter: @Luchorunner


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domingo, 17 de febrero de 2013

El Cruce Columbia 2013 / DÍA 1: La Iniciación


A cuánto desafío se atreve un alma que corre?

Se puede medir?, se puede pesar?, se puede mensurar un desafio acaso?

Qué busca esta gente que corre?.... busca probarse?, demostrarle algo a los demás?, volar hacia otro planos?, reir?, llorar?. Busca a Dios?, se busca a sí misma?...

Pero ellos están ahí; parados ante la incertidumbre. La bella incertidumbre que significa una largada, sin saber cómo llegarán, en cuánto tiempo, de qué manera.... sólo saben, intimamente, que llegarán.

Pensaba todo esto mientras los miraba salir... era un día antes de mi propia largada, en categoria individual. "Ellos" eran los equipos "de a dos"... como si la montaña fuera un gran arca de Noé, con lugar solamente para aquellos que estaban dispuestos a sobrevivir.

Los miraba largar y se me estremecía el cuerpo.

- Alguna vez corriste en la montaña?
- No...
Estuviste cerca de un volcán?
- No...
- Corriste más de cuatro horas seguidas?
- No...

- Te animas a cruzar Los Andes corriendo?...

- Será difícil?
- Muy...
- ...Entonces quiero hacerlo.

Ya no sé si fue un diálogo con mi alma o con alguien, pero sucedió, juro que sucedió.

El tiempo había pasado muy rápido desde aquella charla. Y yo estaba ahí parado en la largada de El Cruce Columbia. Ya no había vuelta atrás para tamaño acto de inconciencia típica de un corredor.
El día anterior habían largado las parejas, y como periodista invitado, tuve la chance de estar en la partida de ellos. Eso fue una ventaja en cierto modo. Estaba viendo un día antes al menos, cómo era el punto de largada, y eso me servía para bajar la ansiedad.



Al pie del volcán Villarrica, la largada



El lugar era maravilloso, al pie del volcán Villarrica. Podías ver cuando largaban, pero a los pocos metros, había una curva y una bajada, y la visibilidad de los corredores se perdía totalmente. Lo que seguía más allá de esos 500 metros, era un misterio, y no quise ir hasta ese punto a ver cómo continuaba el camino. Era suficiente con estar en el inicio, sacar fotos, filmar, charlar con corredores, incluso con amigos y conocidos de Buenos Aires o de otros lados del país o también de Brasil. Hasta llegué a conocer personalmente a corredores con los que manteníamos contacto por internet.

Eso fue el jueves. Pero ahora me tocaba a mí. Era el Viernes 8 de Febrero, 8 de la mañana. Había dormido en Pucón, a unos 40 kilómetros de la largada. Un pueblo lindo, pintoresco, amable.

Me había despertado a las 5:30 para desayunar con tiempo y ponerme todo; encintarme los dedos de los pies, uno por uno con cinta hipoalergénica y arriba vaselina para evitar ampollas y rozaduras. Más vaselina en el resto de los pies, cinta en las tetillas, short, medias, zapatillas con el chip ajustado.
La remera oficial de la carrera, abajo la cinta del pulsómetro sujeta al pecho. El reloj en la muñeca izquierda. Protector solar, visera, anteojos para el sol y la mochila cargada. La cámara con batería llena y memoria casi vacía.

En el hotel, antes de salir hacia la largada

Caminé sin apuro pero con ansiedad dos cuadras, donde una escuela hacía las veces de punto neurálgico de la organización. Desde ahí salían los buses hasta la largada.

Era mi primer carrera de montaña/aventura y nada menos que El Cruce, era como intentar darle el primer beso de tu vida a Marilyn Monroe y pretender hacerlo bien. Había tantos detalles distintos... vale la pena anotar todo lo que tiene que llevar la mochila, por ejemplo, porque una vez en la montaña no hay kioscos ni farmacias.

Mi mochila llevaba, entre otras cosas, el vivisac obligatorio (esa especia de bolsa de dormir, pero sin plumas, muy finita y abrigada, por si te quedas varado en la montalña y te sorprende el frío), campera finita y liviana de abrigo, bolsa-botiquín, conteniendo pervinox desinfectante en aerosol, cinta hipoalergénica, una venda, anti inflamatorios sublinguales, gasas, curitas, vaselina, protector labial, toallitas higiénicas y una pinza de depilar, por si tenía que sacarme alguna espina).

Fuera de la bolsita-botiquín, protector solar, 5 geles, 2 botellas de 500 cc con Gatorade, el camelbak con 2 litros de agua, barritas de cereal, caramelos de goma Mogul, una lata pequeña de papas fritas, un par de medias de repuesto, y por supuesto, la cámarita mágica.

Todo eso, tratando de que los envases sean pequeños, aún así sumaba algo así como 5 kilos en la espalda. Por eso es muy pertinente entrenar con la mochila que vas a usar y cargada con un peso similar, al menos, en los dias de fondo. Ese primer día sentí por momentos el esfuerzo de la carga en mis lumbares, pero después me fui adaptando.

A todo esto, cuento que la invitación para El Cruce me había llegado el último día del mes de Noviembre. Fue un lindo momento leer ese mail. Pero a la vez pensé; "Quedan dos meses, sólo dos meses". Pensaba en cuánto hay que entrenar, de hecho, amigos de mi grupo estaban haciédolo desde junio!, me llebavan cinco meses de ventaja. Pensaba que tenía solamente diciembre y algo de enero, teniendo en cuenta que en todo entrenamiento de semejante volumen, el último mes hay que empezar a disminuirlo, como en una maratón. Es decir, un mes apenas para un ejercicio pleno.

Simplemente decidí correrlo, y por supuesto, filmarlo.
Así que llegué con un entrenamiento específico muy acotado (no repitan esto en sus casas), era cuestión de voluntad, sacrificio y confiar en la base que había hecho para correr la maratón de Buenos Aires en Octubre.
Claro que el entrenamiento para calle no tiene nada que ver con el de montaña, pero bueno, necesitaba aferrarme a algo.
Para ponerle más picante al panorama, luego de un diciembre con entrenamientos durísimos, prusianos, entre cerros, arena, calle, mar, a mediados de enero se me declara una periostitis tibial en la pierna izquierda. No podía llegar peor a la fecha.

Había entrenado muy fuerte de golpe, claro que no se debe hacer así, pero cómo explicarle eso al testarudo caracter de un corredor de fondo. En qué idioma decirselo a mi corazón? Cómo negarle a mis piernas esas brutales series de cuestas, llanos, fondos y pasadas?... Pero la inflamación estaba.

Así llegué; entrenado "no lo suficiente", con periostitis, y con la inconciencia de la inexperiencia absoluta en carreras de montaña y de aventura. Lo más largo que había corrido en cuestión de tiempo, habían sido cuatro horas en la Maratón de New York, sí; en calle. No le llamo coraje, le llamo locura.

En enero también probé trepar morros en Brasil, y para reducir el impacto, correr en el mar, con el agua por encima de las rodillas. No faltaron los médanos de una arena finísima o las escaleras en edificios muy altos de Buenos Aires (parecía un loco subiendo y bajando otra vez con una mochila cargada). Hice todo lo que pude, y ahí estaba yo ese viernes 8 de febrero, después de haber caminado una pendiente durísima de 2 kilómetros para llegar desde la base donde nos dejó el bus hasta la largada. Y eso que faltaban 100 kilómetros más.

Superar ese momento de ansiedad, de tensión, de emoción... todo junto. Nuestros cuerpos eran un puñado de sensaciones y eso se respiraba en el aire, puro y lleno de adrenalina.


Trepamos 2 kilómetros desde donde nos dejó el bus hasta la largada



Qué es El Cruce?

A todo esto, alguien se puede estar preguntando; "Pero... qué es El Cruce?"
Basicamente explicado, es una carrera de montaña, en los que se recorren alrededor de 100 kilómetros, divididos en tres etapas, en tres dias consecutivos.

Se corre en duplas del mismo sexo o mixtas, o desde este año en su decimosegunda edición, se puede correr de manera individual. Yo lo hice en esta última categoría.

Es la carrera de aventura y de montaña más grande de Sudamérica. Y yo estaba ahí... en la largada.


DIA 1:  La iniciación



El mapa de altimetría del Día 1


Es como un rito de iniciación. Son tus pulmones que se llenan de oxígeno, tus pupilas se dilatan, tu adrenalina aumenta, tus ojos atentos como los de un Leopardo lanzado en velocidad.
Estás por comenzar a correr, la montaña te espera y no está dispuesta a cobrarte un bajo precio.

Bienvenidos al rito.

En la largada, la foto oficial. No es como una carrera de calle en la que todos salimos en una estampida de corredores. Acá ibamos llegando de a tandas, y saliendo mas o menos en el momento que elegíamos, de todas maneras las ubicaciones iban a darse por los tiempos que registraran los chips que teníamos enganchados en las zapatillas.

Además no es posible correr todos juntos, los casi 800 participantes de la categoría individual, por senderos tan angostos como los que ibamos a encontrarnos más adelante.


Listo para largar. Alegría e incertidumbre

Y largué. Y por fin pude ver ese descenso, esa curva, crucé la frontera de mi visión del día anterior... y todo fue gigante. Correr muchos kilómetros a la vera del volcán Villarrica, esquivando las primeras piedras, los primeros pozos.

El día anterior, mi amigo Marcelo me había contado que a los dos primeros kilómetros los había hecho en 20 minutos. Me parecio una eternidad, me pareció exagerado. Marcelo corre tranquilamente en calle a 5 minutos el kilómetro. Pero cuando estuve ahí, comprendí. Había partes muy riesgosas para correr, muy empinadas otras. Había que tener la habilidad imposible de una cabra para saltar de piedra en piedra sin perder al estabilidad.

Senderos muy angostos, para una sola persona, a veces con arena suelta y en bajada muy pronunciada. Otras veces el camino era trepando por rocas, y arena gris con notorio sedimento de lo que en algún momento habrá sido una nube de ceniza volcánica.

En nuestro primer día había sol pleno y calor. Eran las 8.30 y el pronóstico anunciaba alta temperatura, por lo que había que cuidarse con la hidratación. El primer día de las duplas, hubo varios deshidratados y nos advertían; 4 litros de líquido no es suficiente.
Durante el trayecto habrían algunos puestos con agua, como en el kilómetro 9, que está en tiempo, mucho más lejos de lo que uno puede estipular para una carrera de calle.

Los primeros kilómetros fueron sin vegetación. Suelo árido. Ibamos todos tranquilos, conservando el cuerpo, sabiendo que era muy largo el camino en los tres dias. Por eso en los mejores paisajes fuimos muchos los que nos deteníamos a sacar fotos.

Recién como en el kilómetro 4 o 5 nos metimos a un bosque, también de senderos muy angostos. Muchos árboles, muchas hojas. Por lo menos teníamos sombra, pero fué ahí que apareció un ejercito de pequeños peligros; las raices que sobresalían de la tierra y se cruzaban por todo el ancho del sendero.

Debíamos ir mirando sobre nuestros pasos, a diferencia que en la calle que no hay obstáculos. Una distracción podía ser grave; un tropezón y salir despedido con el envión que llevaba el cuerpo, para caer seguramente sobre un montón de ramas y troncos. No era buena idea, no.

En el Kilómetro 6 aproximadamente, sucede lo previsible para un inexperto como yo; pude evitar las raíces... hasta que no pude.
El movimiento hizo que pisara mal torciendome el pie derecho hacia adentro. Fue una reacción rápida, inmediatamente los reflejos hicieron que enderezara el pie, que volviera a su postura, pero sentí el dolor. Iba filmando y mientras hablaba sucedió... interrumpí mi relato a la cámara con un; "Aaah!".
Me preocupé un poco. Llevábamos 6 kilómetros y temía haberme esguinzado y no darme cuenta por tener el cuerpo caliente. A medida que corrían los kilómetros fuí muy atento a las señales, y a las raices en el piso, claro.

No parecía haberme esguinzado, pero la articulación quedó laxa, endeble, y en el camino unos kilómetros más adelante me torcí dos veces más, con las insospechadas repercusiones que esto treería más adelante.


Una de las trepadas donde correr, era una utopía


Así pasaron los kilómetros. En el 9 la hidratación, más bosques, alguna planicie sin nada de árboles, el Villarrica como mudo testigo, como amo y señor mirándonos desde sus alturas. Cruzar un zanjón totalmente seco, que da la sensación de ser un ancho rio muerto. Las subidas empiezan a ser cada vez más elevadas ahora habiendo salido del bosque. Empiezo a sentir cómo una de las uñas de mi pie derecho me da señales de que quiere despedirse cuando termine toda esta aventura. Por fortuna está bien encintada, pero así y todo, corriendo entre bajadas y subidas ya 3 horas, los primeros síntomas se hacen notar.

En el kilómetro 21, un arroyo. El agua es gris, turbia, llena de ceniza de volcán, pero sirve para refrescar los pies para quien quisiera, o sentarse a descansar un rato. Aprovecho a sacarme las zapatillas y descartar toda la arena y pequeñas piedras que en los últimos metros se me habían metido. Mis medias blancas, técnicas, lindas, ya estaban todas manchadas por tierra, barro, y cuántas desgracias más.

Llegamos a los kilómetros finales. Ese día mi Garmin marcaría un total de 30,5 K. Y si en cualquier carrera una bajada es una bendición, esta fué la excepción al menos para mí. Mis cuadricepps cargadísimos debieron afrontar los últimos 4 kilómetros en un descenso sin descanso alguno. Si bien la altimetría marca que estábamos bajando desde el kilómetro 18, los últimos fueron más notorios al menos para mí, con una pendiente marcadísima. Cada paso era un mazaso en las piernas, una bajada que inevitablemente te hacía acelerar aunque no quisieras.

Sólo quería ver el arco... y allá apareció, cruzando un angosto camino para vehículos, que fué lo más más urbanizado que había visto en las últimas 4 horas y media.
Había llegado, estaba feliz. En esa primera batalla le había ganado a la periostitis, a las 3 torceduras, a un raspón que me hice en la rodilla, a la inexperiencia, al calor...

La llegada del primer día. Faltaban sólo 70 kilómetros más.
Necesité de varios minutos para reponerme, rehidratarme y elongar. Me tomé todo el tiempo necesario para esto último. No podía irme hasta el campamento sin hacerlo.

Tras media hora de haber cruzado la meta, subí a uno de los buses que nos llevaban hasta el campamento Nº1, donde nos esperaba la comida, un lago paradisíaco, donde nos metimos casi todos para desinflamar las piernas, recargar baterias de cronómetros y cámaras, darnos un baño en el mismo lago, saludar a amigos, conocer gente nueva, sacar algunas fotos y dormir. Necesitábamos dormir.

Por lo menos 50 tardaron más de 7 horas 20 minutos, que era el límite, y se les recomendó NO correr al día siguiente, para retomar recién el tercero. La montaña es selectiva y no podés mentirle. Si no estás preparado, vas a enterarte pronto.


El campamento 1

Al otro día se presentaría la más dura de las jornadas. 40 kilómetros de montaña.

Ninguno de nosotros llegó a dimensionar realmente lo duro que sería, y todo lo que iba a suceder en la montaña con nuestros cuerpos la mañana siguiente.

La carrera había comenzado. El cansancio y el desgaste eran una bomba de tiempo en nuestros cuerpos y en nuestras mentes, y cada uno debía saber cómo manejarla para que no estallara antes de lo debido. Pero no siempre se puede...

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jueves, 14 de febrero de 2013

Dia de los enamorados: Carta de amor al running

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(Texto original. Gracias por citar la fuente)


Mi amado running. Hoy es el día de los enamorados.

Me sale del corazón escribirte y decirte algo que ya sabés, pero voy a contárselo a todo el mundo sin pudor.
Yo sé que pueden pensar que estoy loco...y tienen razón... es que el amor tiene una dosis de locura. Si no la tiene, es un amor insulso... y lo mio por vos es todo lo contrario; intenso, profundo, eterno.

Muchos me preguntan cómo puedo amarte... especialmente esas personas que no te conocen... y por eso mismo no las escucho.

Creo que sólo los que te aman como yo van a  entender estas palabras. Lo demás no importa. Somos muchos.

Mi amor por vos nació sin querer, sin pensarlo... es que el corazón ignora a la razón, y así deber ser hasta el final de los días.

En este día de los enamorados pienso y recuerdo tantas cosas, running…  es que le hablo a todo el mundo de vos; a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros de trabajo. Y cuando lo hago, mi mirada se enciende y una sonrisa se luce en mi cara… inclusive ya muchos no me aguantan, saben que no puedo parar de nombrarte.

Me gusta verte cada vez que lo hago… pero especialmente los fines de semana, cuando puedo dedicarte más tiempo. Me gusta ir a todos lados con vos… a los parques, a las plazas, a la playa, al campo… a donde sea…
“Ahí va el loco enamorado del running”, dicen… y yo sólo sonrío paso a paso y confirmo sus sospechas.

Te necesito, running… por eso te extraño cuando no estás. Por eso cuando no hay carreras, siento que me falta algo. La pretemporada se hace difícil y eterna, y esperar una maratón es un placer, pero también es difícil tolerar la ansiedad. Cuántas veces me desvelé por vos  en esas noches previas a una carrera, imaginando el recorrido, el tiempo, el arco de llegada… pocas cosas o personas me han quitado el sueño. Vos sos una de ellas.




En este día de los enamorados debo confesarte que haces que mi corazón lata más fuerte… es que las pasadas rápidas aceleran mi ritmo, y también en las cuestas, como dice la canción, me quitas la respiración…

Me acuerdo que, como todo amor, también me causaste dolor a veces… como aquellas semanas de tendinitis, periostitis o bursitis… y que paradoja, fue en esos momentos de dolor cuando más te extrañé. Andaba con locura caminando ansioso y en casa ya no me aguantaban… es que me faltabas vos, running.

O aquella vez que tuviste celos… celos tontos, porque me subí a una bicicleta, o jugué al futbol o me metí a una piscina. Celos tontos de verdad, si para mí no hay como vos, es y será el mío ese amor incondicional por correr, y quiero tenerte hasta que la vejez nos separe, tan sólo un poquito.

Pero así como hubo dolores, fueron muchos más los momentos de buenos recuerdos y dulzura, como esa vez que aprendí a usar geles, con sabores ricos como el chocolate, o los frutales… que dulzura, running!
O esas fotos sonrientes que tengo con vos, cruzando decenas de arcos de llegada, todas son felices.

Será por eso que tenemos nuestras propias canciones, que van guardadas en el reproductor de mp3 o el Ipod… cada acorde me recuerda una anécdota juntos, cada melodía me lleva de viaje a alguna carrera feliz.

No nos hacen falta anillos de esos “comunes” que usa la gente… para qué?... si tenemos nuestras medallas… todavía miro con amor esa primera que me diste allá lejos en el tiempo, y si bien después me diste muchas más, aquella primera declaración de amor, es inolvidable.
Fue en ese momento que me dijiste; “Vos podés… quedate conmigo para siempre”.
Si hasta nos fuimos de luna de miel!!... viajé con vos varias veces, algunas lejos, algunas cerca, pero siempre para pasarla bien y juntos.

Por eso hoy quise escribirte, running.
Porque me haces feliz. Porque te busco cuando otras cosas andan mal, y sé que vos me haces sentir bien otra vez. Porque te conocí y ahora no pienso dejarte. Porque no me arrepiento de este amor.

Hoy quiero verte. Y sé que vos también. Iré como siempre con mis mejores galas; ropa dri fit, zapatillas al tono, mi cuerpo hidratado y mi corazón latiendo cada vez más fuerte a medida que pasan los minutos de estar con vos.

Dirán que estamos locos… pero acaso el amor se juzga?... Yo amo el running, y lo bueno, es que es un amor correspondido para todo el que quiera tenerlo.

Corro a tus brazos. Nos vemos en el lugar de siempre, dale?. Feliz día.

Lucho Runner. 14 de Febrero de 2013. 






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